¿Quién no se ha sentido alguna vez inferior?
Sin embargo, cuando hablamos de un sentimiento más o menos generalizado y persistente sobre uno mismo: podemos hablar de complejo.
Siento que soy inferior, a los demás, en general.
El germen del complejo de inferioridad está en nuestras creencias, y la génesis de nuestras creencias reside en las experiencias tempranas.
Comentarios despreciativos de nuestros padres, burlas en el colegio o los primeros rechazos del sexo de atracción pueden ser suficientes para plantar esa semilla de la inferioridad.
Luego, a través de nuestros sesgos cognitivos, iremos fortaleciendo aquella creencia, y cada vez que nos enfrentemos a una experiencia negativa, una parte de nosotros es probable que nos diga: "¿Ves? Esto te ha pasado porque tú eres así, la culpa es tuya, porque tienes algo, algo que te hace inferior". Ya sea torpeza, fealdad, gordura, cobardía o cualquier otro rasgo.
Nuestra creencia se fortalecerá, o mejor dicho, las fortaleceremos, y así, el complejo de inferioridad se irá haciendo cada vez más grande, poniendo límites a mi desarrollo a través del miedo: no me atreveré a intentarlo, no me atreveré a decirle lo que siento, no me atreveré a... A ser yo.
Éste es el poder de las creencias limitantes, como la de creerse inferior: al final tú mismo evitas la conducta que demostraría que esa creencia, no es más que una creencia. Te conviertes en lo que crees. Creamos lo que creemos.
Un círculo vicioso muy jodido.
Chungo, ¿no?
¿Y si cambiáramos la pregunta del principio?
¿Quién no se ha sentido alguna vez diferente?
¿Tú? Ah, tú también. ¡Y tú! Vaya, cuántos hay...
Claro, porque todos somos diferentes, ya que todos somos únicos. No hay nadie como tú, con tu mismo historial genético ni de aprendizaje experiencial. Incluso si fueras gemelo monozigótico, el simple hecho de que durmieras a un lado de la cuna y tu hermano al otro lado, ¡supondría una diferencia insalvable para ambos que os haría únicos!
El problema es que un día malaprendimos que lo diferente es raro y lo raro... inferior.
Y si tu vida sigue estando dominada por ese malaprendizaje, ha llegado la hora de desaprender.
Hoy es el Día Internacional del Síndrome de Down. Hay muchos movimientos y asociaciones que luchan por la integridad de las personas con este síndrome y por que se les trate como a personas normales. Una persona con Síndrome de Down es diferente. Diferente a ti y a mí... ¡pero igual que tú eres diferente que yo y que una persona con Síndrome de Down es diferente a otra persona con Síndrome de Down!
Pero ¿sabes qué?, en la mayoría de los casos (es imposible, desafortunadamente, decir que en todos, pero sí estoy seguro que en la mayoría) las personas con Síndrome de Down son muy felices, y estoy seguro de que esa felicidad tiene mucho que ver con que, ¡para nada se sienten inferiores! Han mamado tanto, gracias al cariño y la sabiduría que les han transmitido padres, hermanos, maestros, asociaciones... que ser diferente no es ser inferior, ¡que esa maldita creencia no les ha jodido la vida!
Qué maravillosa película Requisitos para ser una persona normal, si no la has visto ya estás tardando. Gracias Leticia Dolera.
¡Yo no quiero ser normal! Yo quiero ser yo: con mis rarezas, con mis torpezas, con mis fealdades...
¿Me vas a decir que tú no las tienes? Pues ámalas, ámalas con toda tu fuerza, porque son tuyas, y junto con tus fortalezas, tus habilidades y tus preciosidades, te hacen ser único, te hacen ser tú.
Y no sé si TÚ eres normal. Pero no me importa. No creo que debiera importarte a ti tampoco. No más que ser feliz.
Se feliz... ¡y si eres raro de la hostia, se más feliz aún! Un abrazo.