Tres cosas hay en la vida, salud, dinero y amor, dice la canción. Hoy sabemos que hay muchas más cosas aparte, sin embargo todavía nos referimos a estos tres elementos como los imprescindibles para tener una vida feliz. Si tenemos amor, dinero y salud pareciera que el trabajo ya está hecho, y no es así. Y si nos faltara alguna de estas tres cosas, pareciera que no pudiéramos sentirnos bien, y tampoco es así.
¿Por qué no es así? Porque lo demuestran estudios científicos que se han hecho al respecto y que revelan que las personas con mucho dinero no son significativamente más felices que las que tienen ingresos medios o incluso bajos, además de que hay muchos ricos que son infelices y muchos pobres que están encantados con su vida. Lo mismo pasa con el amor: no hay grandes diferencias entre los grupos de solteros y casados y sí mucha variabilidad intragrupal (es decir muchos solteros infelices y felices y lo mismo en el grupo de los casados) y exactamente igual con las personas que han tenido un accidente o enfermedad que ha deteriorado su salud de manera crónica: al principio sí se sienten peor, pero una vez que aceptan su enfermedad y se adaptan a ella (por ejemplo en el caso de las personas que pierden la movilidad de las piernas tras un accidente de coche), consiguen ser tan felices como cualquier otra persona.
Pero entonces, ¿no hay un factor común, no existe algo que tengan las personas que son más felices y que no lo tengan la más desdichadas? La mayoría de estudios encuentran que sí. Que, independientemente de que existan muchas, muchísimas variables que provoquen emociones agradables a personas muy distintas, sí que existe ese elemento diferenciador: la personalidad.
La personalidad es el conjunto de rasgos psicológicos que determinan patrones de respuesta más o menos estables ante los estímulos. O dicho de otra manera: la personalidad es lo que marca la actitud con la que enfrentamos la realidad. Y la actitud es lo que más define nuestro grado de bienestar subjetivo: felicidad.
Nuestra personalidad y su manera de proyectarse al mundo mediante nuestra actitud, puede definirse mediante tres pilares básicos:
1. Cómo pienso lo que me pasa.
2. Cómo pienso sobre mis emociones.
3. Y cómo me pienso a sí mismo.
Así, es evidente que una persona, independientemente de su nivel de ingresos, estado de salud o situación sentimental, si piensa que su vida es una mierda, que sus emociones son terribles, y que es la criatura más desastrosa que hay en el Universo, se sienta mucho menos feliz que alguien que, insisto, al margen de sus circunstancias, piense que su vida, con su más y su menos, no está nada mal, que no dramatice sobre sus emociones dolorosas, y que, sabiendo de sus fortalezas y debilidades, se valore a sí mismo.
Este planteamiento puede llevar a creer que la felicidad es una cuestión pasiva porque me pase lo que me pase lo importante es que me lo tome bien. No es así, claro que las circunstancias influyen en el bienestar percibido, pero es sobre todo cómo percibo, interpreto y actúo con mis circunstancias, lo que marca la diferencia. Si mi actitud es buena, eso provoca que ponga en marcha recursos más útiles para afrontar las circunstancias.
La pregunta del millón: ¿la personalidad cambia? Ésta se forma en los primeros años de aprendizaje del individuo, componiendo como he dicho antes, un conjunto de rasgos bastante fijos y de respuestas muy estables en el tiempo. Pero claro que cambia, porque hay numerosos estudios que lo demuestran, que revelan que el cerebro tiene flexibilidad y que cambia, se transforma. No es que nosotros dejemos de ser los mismos, simplemente se producen cambios en esos patrones recurrentes que definen lo que somos.
Y otra pregunta del millón: ¿entonces si tengo una personalidad que me predispone a tener una buena actitud ante la vida, voy a ser feliz? No, claro que no. Pero porque "ser feliz" en realidad, no existe, ya que la felicidad no es un estado permanente, sino una emoción, y como tal, es transitoria. Sin embargo, una buena actitud te facilita más sentimientos de felicidad en las buenas, menos sufrimiento en las malas.
Por lo tanto, sí, tres cosas hay en la vida:
1. Pensar bien.
2. Cuidar los sentimientos, procurándose emociones agradables y permitiéndose emociones dolorosas.
3. Valorarse a uno mismo.
Y quien tenga estas tres cosas que no le dé gracias a Dios, sino a su propia personalidad y actitud. Y quien no las tenga o crea que deba mejorarlas, que acuda a un psicólogo, que para eso estamos.
Para seguir aprendiendo, junto a ti, a sentirnos un poquito más felices. ¡Un abrazo!