En mi espalda llevo tatuado un escorpión.
Cuando me lo ven, la gente suele preguntarme si soy del signo Escorpio, pero la verdad es que no. El verdadero motivo por el que me lo puse es la fábula del escorpión, una historia popular que escuché por primera vez en la película Juego de Lágrimas (1992) de Neil Jordan.
En la fábula, un escorpión se pierde por el campo y llega hasta un lago, y en medio del lago hay una rana. El escorpión llama a la rana y cuando ésta llega a su encuentro le pregunta:
- ¿Qué quieres escorpión?
- Verás rana, necesito pasar al otro lado del lago, pero yo no sé nadar, así que si lo intentara yo solo me ahogaría, por eso me preguntaba si podría subirme encima tuya y que me llevaras allí.
A lo que la rana contestó:
- Me encantaría ayudarte escorpión pero sé que tu aguijón es venenoso y si me pinchas con él, moriré.
- ¡No seas tonta rana! ¿No ves que si te pincho con mi aguijón y te enveneno, enseguida moriría después yo ahogado?
La rana reflexionó un momento, para por fin decir:
- Está bien escorpión, me has convencido, ¡súbete que te llevo!
El escorpión se subió encima de ella y cuando ambos estaban a mitad de camino, aquél clavó su aguijón en la rana. Ésta, notando cómo rápidamente el veneno empezaba a hacerle efecto, mientras se hundía, le dijo al escorpión:
- Pero, ¿por qué has hecho eso escorpión?, ahora moriremos los dos, yo por el veneno, y tú ahogado.
- Lo sé -contestó el escorpión-, pero no he podido evitarlo, es mi naturaleza. Es mi naturaleza.
La moraleja que saco de esta pequeña fábula es:
SE SIEMPRE FIEL A TI MISMO
Estamos muy condicionados por las expectativas que los demás (llámense los demás padres, empresa, sociedad, sistema o lo que sea) ponen sobre nosotros, y nuestras actitudes y conductas suelen estar motivadas en muchas ocasiones por lo que se espera de mí, más que por lo yo realmente soy o quiero, y esto deviene en no pocos problemas de insatisfacción o ansiedades, por lo que seguramente conviene no olvidar esa enseñanza.
Sin embargo, muchas personas, al oír la fábula del escorpión, me dicen que les parece una historia bastante triste, incluso violenta por su final. ¿He de seguir siempre mi naturaleza, aunque ésta pueda llegar a ser destructiva? Desde luego es una pregunta que me hizo reflexionar (y casi hacerme borrar el tatuaje).
Entonces, un día, por casualidad, llegó a mí otra fábula. Y ésta casi podría considerarse como la 2ª parte de la fábula del escorpión:
Un monje paseaba junto al borde de un lago cuando vio un escorpión (bien podría ser el mismo de antes) que con vanos esfuerzos trataba de llegar a la orilla para salvarse de morir ahogado. El monje le tendió la mano para ayudarle, pero enseguida el escorpión le picó con su aguijón. El monje retiró la mano dolorido, era una picadura superficial, no le iba a matar, así que volvió a tenderle la mano para ayudarle, pero el escorpión volvió a reaccionar de la misma manera. El monje lo intentó una vez más, y de nuevo volvió a ser ligeramente picado por el escorpión. Hasta que un pastor que pasaba por allí observó la escena y le dijo al monje:
- ¿Pero qué haces buen hombre? ¿Acaso no ves que cada vez que tratas de salvar al escorpión, éste no hace más que picarte? ¡Deja que se ahogue!
A lo que el monje contestó:
- En la naturaleza del escorpión está picarme. Y en mi naturaleza, está ayudarle.
Y la moraleja que extraigo de esta fábula es:
EN LA NATURALEZA DE TODO HOMBRE Y MUJER, ESTÁ AYUDAR.
Sólo que a veces se nos olvida.
Por eso llevo un escorpión en mi espalda. Para recordarme que sólo debo serme fiel a mí mismo y que eso incluye, como hacía el buen monje, o como hizo la pobre de la ranita llevando al escorpión sobre su lomo: ayudar a los demás.
Un abrazo.