¿Por qué nos cuesta tanto confiar en que las cosas irán bien?
Lo veo constantemente. En mis pacientes, en mis familiares y amigos, en mí mismo. Parecería que el estado natural de las personas es el estado de alerta: mantenerse en tensión, al acecho. Vigilantes.
Y preocuparse es vigilar.
¿Por qué? Ese estado es patológico, es insano, es... Una putada. No ganamos nada de nada de nada preocupándonos. Es un autoengaño: preocupándome no hago nada por que las cosas vayan bien o por evitar que vayan mal. Preocupándome lo único que consigo es ponerme mal yo.
Y la mayoría de nosotros ya sabemos esto y, aún así, seguimos preocupándonos y preocupándonos.
¿Por qué?
Creo que es porque nos hemos vuelto adictos al confort. Somos dependientes del confort y, por ello, tratamos de evitar a toda costa:
- Las incomodidades.
- Los problemas.
- Los conflictos.
- Las malas noticias e imprevistos.
- El... El dolor, al fin y al cabo.
Mediante el estado de alerta en el que me sumerjo a través de preocuparme y preocuparme y preocuparme, me genero la ilusión de que estoy vigilante, al acecho, controlando algo que en realidad no controlo porque: ¡por más que quieras evitarlo, la vida son problemas, conflictos y dolor!
Entonces, por ende, si nos relajamos, ¡no estresamos! Porque pensamos que no deberíamos hacerlo, que si me relajo no estoy haciendo lo suficiente por mantener el confort en mi vida y evitar el displacer. ¡Maldito hedonismo!
Las rumiaciones y preocupaciones me tensan. Pero si me relajo, ¡también me tenso porque pienso que debería estar rumiando y preocupándome! Pienso que debo estar vigilante, para no estar mal; pero estar vigilante, me pone mal.
Vaya círculo vicioso de mierda.
¿Cómo salimos de él? No soy quién para dar respuestas definitivas, pero pienso que ayudaría bastante hacer un ejercicio de interiorización a través del cual, cada día, cada puto día, en serio, nos comprometamos con nosotros mismos a renunciar al confort absoluto y al control total para mantener aquél. Renunciar a que las cosas vayan bien siempre. Dejar entrar en nuestra vida todo tipo de incomodidades que son, la gran mayoría de ellas, completamente llevaderas y superables.
Escribir un Manifesto de Renuncia puede ser de gran ayuda en este sentido. "Yo Fulanito o Fulanita de Tal me comprometo a..." Y leerlo todos los días.
Te aseguro que con este método... ¡no dejarás de preocuparte, ni de coña! Pero puede (puede) que te ayude a:
1. Darte cuenta de que estás en alerta.
2. Relajarte. Es decir, desactivar ese estado de alerta.
3. Dirigir tu actividad mental hacia otras cosas más agradables y productivas que el maldito control.
Te deseo, de verdad y de corazón, mucho descontrol y caos en tu vida. Abre los brazos para recibirlos y para que te pueda dar yo ¡este abrazo!