Hoy vuelve a ser, una vez más, Blue Monday, el mal llamado "día más triste del año". Mal llamado porque todo parte de una fórmula con poco rigor científico ya que, en realidad, los criterios por los que se rige (clima frío, resfriados, economía mermada tras las fiestas, propósitos abandonados...) no se cumplen para muchas personas en el mundo.
El caso es que, a pesar de la manía que le he cogido a este día y a la formulita que lo justifica, siempre aprovecho para escribir un post. Y lo suelo hacer para hablar de la tristeza. Esa emoción tan injustamente menospreciada y rechazada.
Y hoy, más concretamente, voy a hablar del significado negativo que le damos a la tristeza y a otros fenómenos y que no nos ayuda para nada a manejarlos.
Si pienso que la tristeza es mala, que no debería sentirme triste o qué soy un desgraciado por sentirme así, estaré distorsionando una emoción que es natural y que es ¡útil! (la tristeza nos ayuda a asimilar acontecimientos negativos y favorece la conducta altruista), y la estaré convirtiendo yo mismo en algo más intenso y duradero, por ejemplo en un trastorno del estado del ánimo como puede ser la depresión.
Sin embargo, si le cambio el significado, cambiaré mi propia manera de vivenciar esa emoción y por tanto el dolor que esta me provoca. Ahora bien, no se trata de otorgarle un sentido irreal a la experiencia: ¡yupi, me encanta estar triste, qué bien! No. Se trata de ampliar el significado, para no quedarme solo con lo malo ni engrandecerlo: estar triste es doloroso, sí, pero es normal, es natural, es humano, puedo permitírmelo, no soy peor persona que nadie por estar triste y, además, algo bueno me puede enseñar para el futuro este sentimiento que estoy teniendo ahora.
Pues así con otros fenómenos, tanto internos (estados de miedo, ira, vergüenza, soledad...) como externos (un despido, una ruptura, un fracaso...). No se trata de cambiar el significado de tal forma que lo que es negro lo convirtamos en blanco y nuestra tristeza la transformemos en alegría.
Se trata de tomar distancia y ampliar el significado,
para darnos cuenta,
de que no existen negros ni blancos totales.
Y cambiando, a través de esa ampliación, el significado de las cosas que me pasan y de mis propias emociones, cambiaré también mi manera de vivirlas.
Por eso, a mí me encantaría cambiar la etiqueta que se le ha puesto a los terceros lunes de enero y que pasaran de llamarse "el día más triste del año" (una expresión que parece invitar a vivir este lunes con malestar) a renombrarlos como el Día internacional de la tristeza, es decir, un día que sirve para recordar que la tristeza es importante.
¡Y ya lo creo que lo es!
De todas maneras, no olvides cuestionar todo lo que escribo, porque a través de la duda también ampliamos la perspectiva e información sobre las cosas.
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Y, ya estés más triste o lo estés meno, ¡recibe este abrazo!