Como ya algunos de vosotros sabéis, hace poco he publicado mi segundo libro, La Dictadura de la Felicidad (un libro buenísimo, por cierto, qué voy a decir yo... Podéis saber más sobre él aquí), y una de las frases que uso muy a menudo para definirlo es que es "un libro de autoayuda diferente". O, también, y esta es buenísima (hoy debo tener el ego subido), "una vuelta de tuerca a los libros de autoayuda".
Pero... no deja de ser un libro de autoayuda (aunque, a mí me gusta más llamarlo libro de crecimiento personal). Y hay en la calle un debate, de hace tiempo, sobre si los libros de autoayuda, o la autoayuda en general (pensemos en charlas, vídeos, podcasts, talleres, etc.), causa más beneficio o más perjuicio. ¿Es realmente buena la autoayuda? ¿Autoayuda sí o autoayuda no?
Pues, como suele ser habitual, pienso que la respuesta está en el famoso y, desde hace algún tiempo musical, "depende" (grande Maestro Pau Donés, que, por cierto, tiene su propio libro, que en muchos aspectos también puede ser considerado de autoayuda: "50 palos... y sigo soñando". Lo recomiendo, sin duda alguna). Pero, ¿de qué depende? Pues, también, como viene siendo habitual, del uso que se le dé.
Me explico. En primer lugar, ¿por qué la autoayuda puede ser mala?
- Porque, como en todos los géneros literarios o disciplinas, puede haber mensajes erróneos, que hacen más mal que bien, o que, en algunos casos, son hasta falsos. Por ejemplo, como analicé en el anterior post, el hacernos creer que sentirnos mal (sentir estrés o rabia) es causa directa de enfermedades. O que simplemente con desear mucho algo es suficiente para conseguirlo (madre mía). O el exceso de positividad y la idealización de las "emociones positivas", esa dictadura de la felicidad a la que combate, precisamente, mi libro. Por tanto, es importante saber elegir qué libros leer, pero, sobre todo, porque podemos fallar en nuestras elecciones y es totalmente humano, no perder nuestro sentido crítico cuando estemos leyendo o escuchando cualquier mensaje. El pensamiento crítico es imprescindible. Por eso siempre te invito a cuestionarlo todo. Y lo que yo diga, más todavía.
- Porque la autoayuda, como su propio nombre indica, pone el foco en uno mismo. Y eso está bien... y mal. Hemos de ocuparnos de nosotros mismos y de nuestro bienestar... pero no solo de eso, y nunca de eso en exceso, ya que uno de los principales motivos de malestar, de sufrimiento humano, es el Ego y las conductas autorreferenciales. Pensar demasiado en uno mismo y darse mucha importancia es, ciertamente, de lo peor que podemos hacer si queremos ayudarnos. Por tanto, no descuidemos nuestras relaciones con los demás y las conductas altruistas, ya que ayudar a los demás nos da paz y bienestar, tanto, o quizá más, que ayudarse a sí mismo.
- Y porque la autoayuda exacerba la importancia de la actitud. La actitud es importante, muy importante, y puede que sea lo más importante, para producir y mantener estados de felicidad. Pero tu felicidad no depende de tu actitud. Depende de muchos factores, y entre ellos, por supuesto, de las circunstancias. Y cuando estas son pésimas, decirle a uno que tenga una buena actitud porque así será feliz, ese mensaje tan tóxico, es también dictadura de la felicidad. Tenemos derecho a sentirnos infelices. Por lo tanto, sí, las cosas te pueden ir mal y puedes tener una actitud buena y, aún así, sentirte mal, por supuesto. Permítetelo.
Y, ahora, el único motivo, el úniquísimo pero muy importante motivo por el cual la autoayuda sí que es buena:
- Porque necesitamos aprender a ser felices. Y, por tanto, necesitamos que otros nos enseñen a ser felices. Sí. Así de claro. Ya me imagino al ego de algunos, diciendo: "Sí, hombre, yo me voy a gastar dinero para que tú u otros tantos como tú me digáis qué debo hacer para ser feliz. ¡Anda ya, que yo seré feliz a mi manera!" No. A tu manera no. A la manera del Sistema. El Sistema, es decir, el modo en el que hacemos las cosas, se enmarca en un contexto sociocultural, económico y político definido por el capitalismo. Y dentro de ese modo de hacer las cosas, nuestros roles fundamentales son dos: producir y consumir. No ser felices. Insisto: producir y consumir. Para ser felices, sí. Es decir, producir, para obtener capacidad de consumo, a través de la cual obtenga felicidad. Siempre hay algo que hacer y que comprar y que conseguir para obtener felicidad, pero, mientras tanto, ¿¿¿cuándo coño somos felices??? Por eso, porque nuestro sistema no está orientado realmente a la felicidad, necesitamos estudiar. Leer, escuchar, reflexionar, practicar, transmitir y compartir con otros nuestros conocimientos y experiencias. Si el conocimiento es poder, y desarrollamos conocimientos para actividades tales como trabajar, cocinar, aprender idiomas, etc., ¿¿¿por qué no para la felicidad??? Claro que sí. Por muy sencillo que sea sentir felicidad, como nos hemos centrado tanto en lo otro, en producir y consumir, al final se nos ha olvidado, y necesitamos recordar, desaprender y reaprender.
Porque el conocimiento es poder, y hay un conocimiento enorme, enorme, sobre la capacidad de autoayudarnos a nosotros mismos y de ayudar a los demás y así crecer como personas y sentirnos mejor los unos con los otros. Y está bien aprender ese conocimiento y usarlo. Porque con ese poder es como uno puede derrocar a la dictadura de la felicidad.
Cuestiona todo lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad (te lo dije).
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Y, como me voy de vacaciones un tiempito, hoy viene más grande: ¡¡¡UN ABRAZO!!!