En mi último post hablaba del aumento de suicidios en España, sobre todo entre la población más joven, y de la importancia de prevenir las problemas relacionados con la salud mental y emocional desde la promoción de la salud mental y emocional.
Es decir, en este país se está poniendo últimamente mucho el énfasis en que necesitamos muchos más psicólogos en la salud pública. Y no voy a decir que no, los necesitamos. Pero, cuidado con no olvidarnos de otras cosas que también son importantes.
Es necesario saber distinguir los cuatro tipos de intervenciones que existen cuando hablamos de salud: intervención primaria (prevención de la enfermedad; promoción de la salud); intervención secundaria (detección precoz de la enfermedad); intervención terciaria (tratamiento y rehabilitación); intervención cuaternaria (prevención de recaídas). Todas ellas son importantes, pero, ¿no será mejor que detectar y tratar la enfermedad, hacer por que esta no se dé?
Hasta aquí, creo que todos de acuerdo, ¿no? Ahora, la parte más subjetiva de mi post: ¿cuál creo yo que es la causa del incremento de demandas psicológicas, de toma de psicofármacos y de suicidios?
Pues, ante todo, decir que no soy poseedor de la verdad. Creo que es necesario hacer un análisis amplio y profundo de cuáles son las causas, porque evidentemente son varias y complejas, y a partir de ese análisis, tomar decisiones e implementarlas.
Dicho eso, ¿cuál creo yo, basándome en mi propia experiencia clínica como psicólogo, en mis conocimiento, en lo que leo e investigo y en lo que pienso, que es la causa de este incremento de la enfermedad mental y emocional?
Que nos hemos vuelto más débiles mental y emocionalmente.
Y no me refiero, precisamente, a las personas que vienen a mi consulta o a la de cualquier otro profesional de la salud mental, ya que ellas tienen la fortaleza de reconocer sus debilidades y pedir ayuda para trabajarlas y superarse a sí mismas. Me refiero al colectivo, a la sociedad. En general, nos estamos convirtiendo en personas más débiles desde el punto de vista mental y emocional.
Pero, ¿qué es ser débil desde este enfoque? ¿Llorar? ¿Tener problemas de depresión o ansiedad? ¿Sentir miedo? ¿No cumplir con las demandas o expectativas del entorno? Para mí, ser débil es no tener fuerza o resistencia, que significa ceder fácilmente a las adversidades o dificultades de la vida.
Cuando tienes un sistema inmunitario fuerte eres más resistente a los agentes patógenos y, por ende, te proteges mejor de las enfermedades. Si lo tienes débil, lo contrario. Si eres fuerte mental y emocionalmente, no es que te vuelvas inmune al sufrimiento, ¡nadie lo es!, pero sí te proteges mejor ante él y te vuelves más resiliente, es decir, con más capacidad de sobreponerte.
¿Qué implica ser fuerte mental y emocionalmente? Para mí, esa fortaleza descansa sobre cuatro pilares:
1. Fortaleza mental.
2. Fortaleza emocional.
3. Fortaleza en la autoestima.
4. Fortaleza en nuestras relaciones.
Si eres fuerte en esas cuatro áreas, eres más resistente y resiliente al sufrimiento. ¿Qué hay que hacer para fortalecer todo esos campos? Sencillo: trabajarse por dentro. Si quieres tener un cuerpo fuerte, tienes que trabajar el cuerpo; si quieres tener una mente, emociones y autoestima fuertes, hay que trabajar todo eso, y ese trabajo redundará positivamente en tus relaciones personales.
¿Qué está minando hoy día nuestra fortaleza interior? Creo que nuestro estilo de vida. Vivimos cada vez con más distractores que nos impiden trabajar nuestra mente (ya hay estudios que confirman que el CI está bajando... ¡y que va a bajar mucho más!); cada vez poseemos menos tolerancia a la frustración porque lo tenemos todo y podemos acceder a cualquier cosa de manera fácil y rápida, y, "en cuanto se cae internet" (las cosas no salen como yo quiero), ¡nos derrumbamos!; cada vez nos comparamos más y nos inferiorizamos, consecuencias de una cultura frívola y competitiva; y aunque estamos más conectados que nunca, cada vez las relaciones son más superficiales e instrumentales (nos relacionamos como instrumento para un fin y no por el simple hecho de relacionarnos).
Esas son las tendencias. Tendencias que, inevitablemente, provocan unos resultados. Resultados que son reversibles si empezamos a desviar la mirada: de afuera para dentro, del ombligo hacia los corazones.
Nuestro estilo de vida no favorece nuestras fortalezas, solo favorece que nos hayamos vueltos cómodos, egoístas, ingratos y hasta lerdos.
Pero siempre estamos a tiempo de darle la vuelta a la tortilla. Al fin y al cabo, la sociedad somos todos, y todos somos débiles o tenemos nuestras debilidades. Debilidades que con trabajo interior podemos convertir en fortalezas.
Y una cosa antes de terminar: jamás diré (cómo podría hacerlo, si me dedico a esto de la psicología) que débil es el que sufre. Sufrir, sufrimos todos. Y, a veces, los fuertes sufren más que nadie (y quizá por ello se hacen fuertes). Ser fuerte, para mí, es ser más resistente al sufrimiento y más resiliente al mismo. Que cuando la vida te golpea, no te caes; que cuando te golpea fuerte y te caes, eres capaz de levantarte. Que no te quejas ni te lamentas por nada. Que piensas bien, para sentirte bien; que te quieres y, porque te quieres, quieres al resto.
No he escrito este post para hacer sentir mal a nadie ya que estoy hablando de que nos hemos vuelto débiles a nivel social, como colectividad. Por culpa de la manera colectiva en la que se hacen las cosas: el sistema. Pero el énfasis no debe ponerse en las culpas, sean individuales o colectivas, sino en las soluciones: necesitamos recuperar nuestra fortaleza interior.
Firmado: un débil que quiere hacerse, cada día, un poquito más fuerte.
Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad.
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Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para el resto del mundo, y aquí puedes saber más de mi libro: La Dictadura de la Felicidad.
Y recibe un fuerte fuerte fuerte ABRAZO.