Generalmente una preocupación no viene de forma gratuita, sino que nos preocupamos por algo. Algo que está pendiente de resolución.
El problema surge cuando esa preocupación aparece cuando no debe (y así suele ser). Cuando nos vamos a dormir o en cualquier otro momento que no podamos hacer nada para atenderla. Se produce entonces un exceso de pensamiento que lleva a rumiar: dar vueltas y vueltas sobre la preocupación, sin llegar a ningún sitio.
Esto sucede porque el cerebro nos está avisando de que nos estamos dejando algo sin resolver. Por eso hemos de enviarle una señal a nuestro cerebro para que se quede tranquilo, para que entienda que no le estamos ignorando. Y, para ello, puedes aplicar la siguiente técnica durante el día, para no irte a la cama pensando en ello. Sigue estos pasos:
1. Escribe cuál es tu preocupación, defínela. Por ejemplo: una avería en el coche, terminar una tarea del trabajo, un problema de salud. Si tu preocupación versa sobre algo que ha sucedido en el pasado y ya no puedes cambiar, o sobre algo del futuro que ni siquiera sabes si va a pasar, descártala. No puedes hacer nada con eso.
2. Debajo de cada preocupación, escribe las acciones que puedes hacer. Han de ser precisas y realizables. Por ejemplo: llevar el coche al taller, los pasos para terminar la tarea laboral, pedir cita para el médico.
3. Agéndate un espacio de tiempo para ejecutar esas acciones.
4. Cuando toque, ejecútalas.
5. Aceptación. Este es un paso cuando la preocupación sí versa sobre el presente pero no se puede hacer nada. Hay preocupaciones respecto a las que no podemos aplicar ninguna solución. La aceptación es ya de por sí una resolución.
Si sigues estos pasos, por escrito, le estarás mandando a tu cerebro la señal de que te estás ocupando y, por tanto, ya te puede dejar en paz, no hace falta que te siga recordando que hay un asunto pendiente de resolver porque ya estás en ello.
Una vez hecho esto, es muy importante que redirijas tu atención al aquí y ahora. Ya no tiene sentido que sigas dándole vueltas al problema porque le has buscado solución y le has puesto fecha para ejecutarla. Solo que eso no se puede hacer ahora. Pero no hace falta. Hemos de tomar consciencia tanto de que hay preocupaciones que no se pueden solucionar, solo aceptar, como que hay muchas otras que sí se pueden solucionar pero cuando toque. Esta técnica sirve para que cuando el cerebro te vuelva a molestar recordándote la preocupación, decirle: "Oye, que sí me estoy ocupando de esto, lo tengo en cuenta".
Y, a partir de ahí, de esa toma de consciencia, podemos centrarnos en lo que toque en ese momento, ya sea descansar, relacionarnos con nuestros seres queridos o dedicar tiempo a nuestras aficiones. ¡Que no hemos venido a este mundo solo a resolver problemas!
Así que recuerda: quítate esa pre-ocupación ocupándote y luego disfruta de tu derecho a descansar y a pasártelo bien.
Cuestiona lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.
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Y, como siempre, recibe ¡un abrazo!