IDENTIDAD VS FELICIDAD parte 2

03/07/2023

En mi último post explicaba la diferencia entre identidad (el Yo, el ego) y felicidad. Pero quiero volver a referirme sobre ello porque creo que es un tema complejo e importante, ya que muchos de mis pacientes vienen a mi consulta con un problema de identidad, y no de felicidad, aunque ese problema de identidad es el que les está haciendo sufrir y, por tanto, son infelices por culpa de su identidad.

 

Hay que poner ejemplos para entender esto:

 

Fulanito lo tiene casi todo para sentirse feliz en muchos momentos de su vida. Él es positivo y agradecido, posee sentido del humor y tiene una familia y amigos que lo quieren, un trabajo que le gusta, una situación económica tranquila y aficiones que le encanta practicar. Sin embargo, ocupa un puesto de responsabilidad en su empresa y dedica mucho tiempo de su vida al trabajo. Por ello, Fulanito no puede dedicar tanto tiempo como el que le gustaría (casi nada, en realidad) a su familia, amigos y hobbies, además que suele estar todo el día con estrés y cansado. Nadie obliga a Fulanito a echar tantas horas en el trabajo, podría poner límites perfectamente, pero si no lo hace es una decisión suya, porque desde muy joven tiene un alto nivel de compromiso y responsabilidad. Fulanito no quieren que piensen de él que es un vago o un aprovechado. Pero... eso le está pasando factura. Fulanito tiene un claro problema de identidad.

 

Menganita lo tiene también casi todo para sentirse feliz. Es joven, guapa y muy saludable. Se lo pasa bomba con sus amigos, a los que quiere con locura. Sin embargo, sufre mucho y va a terapia por ello, porque no encuentra a una persona con la que tener una relación estable. Menganita ha tenido varias relaciones fallidas en su vida y ha conocido a otras personas con las que no acabó de cuajar la cosa. Siente que se le está pasando el arroz y que se va a quedar sola. El caso es que ella se lo pasa muy bien cuando sale o cuando se queda en casa practicando algunas de sus aficiones solitarias, como leer. Pero siente que no es lo que tendría que estar haciendo, que ya debería haber encontrado a su "media naranja", y se agobia y se frustra por no estar haciendo lo que se supone (lo que ella supone) que debería hacer con su vida, que es sentar cabeza de una vez con alguien. Menganita tiene un claro problema de identidad.

 

Si fuéramos los psicólogos de Fulanito, le diríamos que por cumplir escrupulosamente con su horario de trabajo no está siendo vago ni aprovechado, sino que ya está aportando (y seguramente mucho) a su empresa, y que además no es tan importante lo que puedan pensar los demás de él como pasar tiempo con las personas que ama, ya que parece ser que eso es lo que realmente le hace feliz. Y si fuéramos los psicólogos de Menganita la animaríamos a darse cuenta de lo que tiene y ya la hace feliz, en lugar de fijarse tanto en lo que no tiene e idealizarlo hasta tal punto que piensa que no puede ser feliz si no lo consigue, ya que una relación estable es solo una opción más de vida y no una necesidad vital.

 

Los problemas de identidad residen en las expectativas personales. Lo que se espera de nosotros o lo que creemos que los demás (familia, amigos, empleadores, sociedad) esperan de nosotros. Así, si creo que lo que se espera de mí es ser un trabajador siempre cumplidor, una mujer emparejada o un psicólogo que no falla nunca, ciertamente podemos tomar decisiones y actuar de manera que nos aleje de nuestra felicidad.

 

Porque los problemas de felicidad residen en los sentimientos. Ya que la felicidad es un sentimiento, un estado interno subjetivo y transitorio. Cuando nos sentimos bien o tenemos muchas razones o pocas pero de peso para sentirnos bien, pero no nos damos cuenta porque estamos enfocados en pensamientos del pasado y del futuro que tienen mucho más que ver con nuestra identidad que con nuestra felicidad, ya que la felicidad es cosa del presente, entonces tenemos un problema. Y cuando no nos permitimos sentir infelices, porque nuestras condiciones de vida actuales son malas y/o porque hay dolor e insatisfacción en nosotros, y no lo aceptamos, ahí también tenemos un problema de felicidad, ya que la felicidad y la infelicidad son dos caras de una misma moneda.

 

El ego reside en la mente, que es su cárcel, pues más allá de los barrotes de esta no existe. Mi identidad es lo que pienso que soy, lo que pienso que piensan los demás que soy, y lo que pienso que debería ser en función de sus expectativas, que he convertido en mis expectativas. La felicidad está en el ser, en lo que tú eres ahora, más allá de los límites de tu mente, lo que estás siendo en este momento lleno de vida. El ego quiere protegerse a sí mismo, a la identidad que te has formado dentro de tu mente, y en todo ve peligros que amenazan esa identidad. El ser quiere ser, quiere sentir, quiere vivir. Y cuando sea placer o satisfacción, lo podremos llamar felicidad, y cuando sea dolor o insatisfacción, lo podremos llamar infelicidad... pero no será peligroso.

 

El ego siempre está en alerta para proteger su identidad: "no me puedo comer ese dulce, engordaré y dejaré de ser atractivo; ¿y si voy a la fiesta y hago el ridículo?, tengo que tener éxito en esta vida o si no me considerarán un fracasado; ¿cómo voy a separarme de mi pareja, y lo que pensarán de mí?; necesito un coche más caro, una casa más grande y mucho más dinero para poder satisfacer las expectativas de mierda que otros tienen sobre mí..." Problemas de identidad, no de felicidad. A la felicidad (al ser) le dan igual las expectativas. No espera nada. Porque la felicidad y el ser solo están en el momento presente. No quieren conseguir, no quieren superar, solo quieren sentir.

 

Todos tenemos una identidad, no podemos suprimirla, ni sería bueno hacerlo. Pero, seguramente, nos conviene bastante minimizarla, quitarle protagonismo. Reducir el ego, dejarnos ser. Y quitarnos problemas de identidad...

 

... para poder ocuparnos de nuestra felicidad.

 

Cuestiona todo lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.

 

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Si te gusté yo, hago terapia en consulta en Málaga y online para el resto del mundo. También soy el autor de La dictadura de la felicidad.

 

Y, con mucho ser, ¡recibe este abrazo!

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