EL REFUGIO

28/05/2024

No todo es relativizar. A veces sí, ayuda. Darse cuenta de que lo malo quizá no es tan malo como yo, o mi mente, mejor dicho, lo está pintando. Que podría ser más grave, que hay cosas peores, que quizá contiene un lado bueno. Que si estamos anticipando algo malo, si esto llega a pasar, no será el fin del mundo, como ahora puede que nos estemos imaginando, si no que nos podremos recuperar y salir adelante, y crecer, y mejorar, y ser felices (a veces)... Sí, eso ayuda o puede ayudar, pero no lo es todo.

 

No todo es optimismo. A veces sí, ayuda. No el optimismo ingenuo, desde luego, que es ese en el que me intento autoengañar con la idea de que las cosas saldrán bien. No, el verdadero y útil optimismo es aquel que nos dice que las cosas pueden salir mal y bien, así que, entonces, yo elijo pensar que van a salir bien, porque ¿por qué no?, ya que pensando de esa manera, poniéndome unas expectativas positivas, me movilizaré más y mejor hacia mis objetivos, motivado, y con menos miedo. Y eso ayuda. Pero no, no lo es todo.

 

Porque las cosas pueden salir mal, porque puedo fracasar, porque, de repente, me puede sorprender la adversidad, porque los demás me pueden decepcionar y hacer daño, porque puedo sufrir pérdidas importantes... Ojalá todo fuera bonito en esta vida, pero sabemos que no lo es, que a veces el destino se tuerce y nuestro mundo se tambalea. Y, conocedores de este devenir natural de las cosas, a veces da miedo, a veces, aunque se relativice, aunque nos tratemos de insuflar de optimismo, cuesta confiar, cuesta salir a la calle y enfrentarse a las cosas, cuesta tomar decisiones, cuesta actuar...

 

Y como cuesta, como da miedo, tomamos la elección de evitar, que es un mecanismo de defensa súper válido para protegerse. Claro. Si evito relacionarme (de verdad, siendo yo, mostrándome, conectando de manera íntima), no me dañarán; si evito emprender, no fracasaré; si estoy siempre en alerta y evito dejarme llevar por la confianza, no arriesgaré y así no perderé ni me sorprenderá la adversidad con la guardia baja. Es verdad, estar en alerta y evitar son mecanismos de protección buenísimos. Pero nos perdemos cosas. Nos perdemos cosas.

 

Hay otro mecanismo de defensa y protección quizá tan bueno como la evitación y el estado de alerta, quién sabe, quizá incluso mejor, y que no necesita del sacrificio de dejar de tomar decisiones o realizar acciones que consideramos importantes para nosotros. Se trata de la autocompasión.

 

Cultiva la autocompasión es ser amable, comprensivo y paciente con uno mismo. Ser un apoyo para uno mismo y buscar el apoyo que me haga falta. Bajar el nivel de la exigencia y la crítica. Entender que todos somos humanos y vulnerables y que el miedo y el dolor forman parte de la condición humana y el fracaso de la experiencia de la vida. Saber que todos podemos tener un mal día y que no pasa nada. Saber que cuesta...

 

Solemos, los psicólogos, ayudar al paciente a relativizar, para que piense que si pasa lo que está anticipando y tanto teme (ruptura sentimental, que le despidan, suspender un examen…), no es el fin del mundo. Pero, a veces, la persona sí siente que eso será como el fin del mundo. Es importante entonces explicarle que, si es el fin del mundo, tiene que construirse un refugio, igual que hacen los que temen la destrucción atómica, ha de poder tener una especie de búnker en el que se sienta cómodo, seguro, protegido y cuidado. Un espacio de recuperación, tras el vendaval, construido en torno a la autocompasión.

 

¿Con qué piedras podemos construir ese espacio de seguridad y protección? Con las del apoyo social y emocional de tu entorno, por supuesto. Buscar y encontrar la compasión de los demás es también ser autocompasivo. Juntos es más fácil que solos. Con las piedras con las que construyes un espacio para la expresión emocional, para permitirte estar mal y soltar, expresar, compartir. Y con las piedras que te ayudan a no dejar de hacer, en la medida de lo posible, aquellas cosas que te hacen bien, que te sirven para estar un poquito mejor, las de los autocuidados.

 

Porque si ante lo malo, o ante la amenaza de que lo malo suceda, sabemos que estaremos protegidos, porque me ocuparé de ello, y porque habrá gente a mi alrededor que me ayudará, las cosas se enfrentan de otra manera. Ya que no se trata de evitar la adversidad, sino de saber que cuando esta llame a mi puerta y me golpee, aunque me duela ese golpe, y aunque esté mal...

 

... estaré bien, porque tendré siempre a mano ese refugio.

 

Cuestiona lo que te digo, la duda nos acerca más a la verdad.

 

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Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para el resto del mundo. También tengo un par de libros.

 

Y, como siempre, ¡recibe este abrazo y que te sirva de refugio!

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