Conoces a una persona. Te gusta. La deseas. De repente, te das cuenta de que también gustas a esa persona, que también te desea. Y surge el amor. Os conocéis más, os interesáis más, os atraéis más, y aparecen las risas, la complicidad, la intimidad... Todo fluye.
Y un día, de repente, deja de hacerlo. Aparecen la desgana, el aburrimiento, las decepciones y desilusiones, el rencor, la venganza... ¿Por qué, qué pasa? ¿Qué es lo que mata el amor?
La relación es lo que mata el amor.
Las exigencias, las demandas, las rutinas innecesarias... Llega un momento de la relación en el que las personas dejan de disfrutar lo que es y empiezan a preocuparse por lo que "debería" ser.
"Si estamos en una relación, se supone que debemos hablar todos los días" "Si estamos en una relación, debemos vivir juntos" "Si estamos en una relación, debemos casarnos, tener hijos, comprar un perro..."
Sin ser conscientes de ello, movidos por condicionamientos sociales, "si, si, si...", estamos poniendo cada vez más y más grilletes a algo que empezó siendo totalmente libre. Yo me enamoré libremente de ti, tú te enamoraste libremente de mí.
La cadena de la relación, limita nuestra capacidad de amor,
y acaba matando el amor.
No digo que el amor tenga que ser libertad sin responsabilidad. Toda libertad encierra una responsabilidad. La libertad "de amarte" conlleva un "para": para respetarte, para confiar en ti, para apoyarnos mutuamente, para sernos fieles si hemos decidido, libremente, que nuestro amor sea exclusivo.
No digo que no deba haber relación cuando hay amor, la hay, pero surge como algo natural. Si es: "tenemos una relación, para que haya amor", el amor morirá, quizá lentamente, pero morirá. Si es: "nos amamos, y por eso nos relacionamos", el amor puede sobrevivir.
Si la obligación, el compromiso o el sentido de pertenencia se priorizan al amor, el amor morirá. Si en lugar de preocuparnos por lo que debería ser, nos ocupamos de lo que es, disfrutaremos el amor.
La persona de la que te enamoras, no está ahí para cumplir tus expectativas. De hecho, no está ahí para ti, el destino no la ha puesto ahí para ti, Cupido no ha clavado sus flechas en ella... Habéis elegido, libremente, enamoraros. Mantener el amor conlleva mantener esa libertad.
Cuando soy yo está bien. Cuando eres tú está bien. Y cuando somos tú y yo también está bien.
Digo esto, me lo repito, y cuán libre me siento, para amarte:
Que el amor no se tenga,
que el amor simplemente, sea.
Un abrazo.