Según los estudios y estadísticas, nunca antes habíamos vivido una época en la que los trastornos de depresión y ansiedad tuvieran tanta prevalencia. Y los pronósticos para el futuro no son nada halagüeños.
Sin embargo, la depresión y la ansiedad no son el verdadero problema. Son sólo el resultado del problema, su producto. El problema está en nuestra actitud.
Así, examinando esta variable, encuentro un "trastorno" tan común hoy como los trastornos del estado de ánimo: el síndrome del puf.
Es decir: estar instalado en una queja continua. Cualquier problema o adversidad, por pequeña que sea, se vive con una amargura mayúscula.
Si hace frío puf.
Si hace calor puf.
Si hay mucha gente, qué agobio, ¡puf!
Si estoy solo, ¡qué solo me siento, ¡puf!
Si las cosas van bien... me acuerdo de que mañana entro a trabajar, puf.
Si las cosas van mal, puf, puf, puf y más puf.
Esta queja persistente y nada útil, nos genera una falsa percepción (por exagerada que es) de que nuestra vida es un sinvivir constante, y lo que es peor, nos impide disfrutar de las cosas buenas de la vida (que además de ser pequeñas, no suelen ser cosas). Al estar instalados en la queja, en la lamentación o en la crítica, nos perdemos lo bello, lo hermoso, lo que nos provoca paz, amor, alegría.
Pero tranquilo, si crees que tienes este síndrome, hay remedio para curarlo. Te propongo algunos:
1. No son las circunstancias las que te molestan, sino tu interpretación y valoración de las mismas (pecamos en ver sólo lo negativo y además darle mucha importancia). La próxima vez que algo o alguien te moleste, piensa que en realidad tú te estás molestando; pregúntate: ¿Qué estoy haciéndome o diciéndome para estar enfadado o molesto, y qué puedo hacer para sentirme mejor? Estas dos preguntas son ORO cognitivo-emocional.
2. Diario de Gratitud. Se lo mando a muchos de mis pacientes y yo mismo estoy haciendo el mío, ¡y es maravilloso! Consiste en ir apuntando cosas agradables que te pasen y por las que creas merece la pena estar agradecido. Una pregunta que te puedes hacer para valorar con autenticidad el evento en cuestión, es: ¿si no tuviera esto en mi vida o no me hubiera pasado, mi vida sería mejor, peor o igual? Yo creo que todos los días nos pasan muchas cosas por las que podemos estar agradecidos. Y si no aquí está la psicóloga de Jaime para explicároslo:
3. Tener clara cuál es nuestra escala de valores. Es decir, a qué le das valor en la vida: ¿al trabajo, a que el jefe esté contento, a que las tareas estén siempre terminadas, a la ausencia de problemas, a la comodidad... o a la familia, la amistad, el amor, las actividades placenteras y significativas, la felicidad? Construye tu propia escala de valores: ¿qué es lo verdaderamente importante para ti?
4. Compara: paralelamente al Diario de Gratitud, puedes hacer también un Diario de la Queja, registrando tus "puf" más habituales. Luego compara uno y otro... ¿Dónde está lo verdaderamente importante?
5. Reoriéntate. Para salir del Sistema de la Queja, de la Dictadura del Puf. Ahora que ya sabes que eres tú mismo quien se está provocando ese malestar, y ahora que sabes qué es lo verdaderamente importante, sólo tienes que ir de un sitio a otro. Pero no se trata de obligarse a no quejarse nunca, ya que eso es imposible, se trata de darse cuenta de que lo estás haciendo y que no conduce a nada, y orientarte hacia el aquí y ahora con gratitud.
Una vez que sabemos el camino, eso no implica que no vayamos a tropezar nunca e incluso perdernos. Pero cuando pase, en lugar de criticarte a ti mismo y machacarte (lo cual es un gran ¡PUF! directo hacia ti), simplemente: "Ah, no, no, por aquí no es".
Y dite: "Es por aquí". Y vuelve a la senda. Un abrazo.