La mayor parte del estrés es autogenerado y proviene de nuestro apego al control.
Queremos tenerlo todo atado y bien atado, y como eso es muy difícil cuando no imposible, me estreso y me frustro y me enojo.
¿Por qué nos cuesta adquirir una actitud contemplativa ante la vida y en cambio nos ansiamos tanto por abarcar lo inabarcable y anticipar lo inexistente? Porque nos cuesta renunciar al control.
Y nos cuesta renunciar al control porque confundimos eso con un acto de irresponsabilidad. Confundimos contemplación con la imprudencia del que es pasivo y deja su vida en manos del azar, de Dios, del Universo o de Donald Trump.
Pero es, a mi modo de ver, una confusión, y trataré de demostrarlo con esta definición que sigue sobre los roles pasivo, controlador y observador (contemplativo).
El pasivo se da la vuelta. Y desde esa posición no ve. Elige no ver.
El observador o contemplativo primero observa. Y toca sólo lo que puede tocar. Elige mover aquello que está a su alcance y puede mover.
El controlador no cesa de perder tiempo y energía en tratar de tocar y mover aquello que está fuera de su alcance porque primero, no se paró a observar.
Este sábado 11 de Noviembre en Málaga hago el Taller de Mindfulness en Emociones II, con nuevos ejercicios de meditación para entrenar la Atención Plena y desarrollar nuestro rol de observador.
Observar tanto los eventos externos, como los internos: nuestros pensamientos y emociones.
Porque tanto unos como otros son estímulos que podemos elegir ignorar o controlar a través de la represión.
Y seguramente sea más responsable: observar, aceptar, y continuar.
Como haría un buen observador.
Un abrazo.